martes, 28 de julio de 2009

Un rasgo central que diferencia al siglo XX del anterior es el desfase entre los avances de la técnica y los desarrollos de la reflexión ética.
La evolución de la tecnología es hoy mucho más rápida que las obras y las novedades generadas por el arte, la moral y la política.
Se ha invertido la ecuación del siglo XIX. Dentro de este marco, el cuerpo, expectativa de evolución para numerosos intelectuales prominentes del pasado, aparece como un objeto central, devaluado por la trivialidad de sus pretensiones y patético por la encarnación de profundos conflictos.